A Lydia Gouardo su padre le trató como una esclava sexual desde los nueve años. Fue sometida a torturas constantes y convertida desde los 18 en una máquina de hacer niños. La mujer consiguió sobrevivir en Francia a un padre cuya demencia y depravación supera a la de Josef Fritzl.
"Sí, yo lo sabía, todo el pueblo lo sabía. Pero aquí nadie se mete en lo que cada uno hace en su casa y, además, no íbamos a ensuciar la imagen del pueblo".
Son palabras del ex alcalde de la localidad francesa de Coulommes, un pueblecito situado al noroeste de París, resumen el ominoso silencio con que todos los vecinos encubrieron lo que ocurría tras los muros de la granja de la familia Gouardo, como informa la revista Interviú.
Durante 28 años, el padre, Raymond, secuestró, violó y torturó a su hija Lydia, algo que sabía todo el pueblo, sin que las instituciones de protección familiar ni la justicia ni los gendarmes ni los médicos, todos ellos enterados de un modo u otro, pusieran fin a semejante indignidad que, aunque se parece mucho a la cometida por Josef Fritzl en Austria, el hombre que mantuvo a su hija secuestrada en la bodega de su casa, tiene tintes aún más macabros.
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