lunes, mayo 12, 2008

Las mujeres emprendedoras temen más el fracaso que los hombres

Sin embargo, contribuyen al 93% del PIB del mundo, según un estudio del Babson College

Las mujeres del mundo se muestran muy activas en el mundo de los negocios. Según un estudio del Centro para el Liderazgo de las Mujeres del Babson College, en los Estados Unidos, las mujeres ya aportan el 93% del PIB del mundo. Esta cifra tan contundente no evita que las mujeres empresarias tengan más miedo al fracaso y más desconfianza que los hombres. El informe también apunta que las mujeres de los países ricos tienen más oportunidades de sacar adelante su negocio que la de los países con rentas más bajas. Las zonas de mundo que muestran más actividad emprendedora por parte de las mujeres son Latinoamérica y el Caribe. Asimismo, el hecho de ser empresaria está cada vez más relacionado con tener un trabajo que con tener más o menos formación. Por Raúl Morales.


Un estudio llevado a cabo por el Centro para el Liderazgo de las Mujeres del Babson College ha puesto de manifiesto que las mujeres se mantienen muy activas en todo el mundo creando y dirigiendo negocios, contribuyendo a economías que representan a más del 70% de la población mundial y el 93% del Producto Interior Bruto. Ahora bien, las mujeres emprendedoras siguen teniendo más desconfianza y más miedo al fracaso que sus colegas hombres.


Todavía hay diferencias de género en la creación de nuevos negocios. Estas diferencias son muy obvias en países cuyas rentas son más altas. Así, son más claras en Europa y en Asia que en América Latina y el Caribe. Con independencia del género, la actividad emprendedora fue mayor en los países con ingresos medios y, muy especialmente, en estas dos últimas zonas, donde se dan los mayores porcentajes de actividad emprendedora y donde las mujeres contribuyen decisivamente a su crecimiento económico.


Los datos del estudio sugieren que las mujeres que ya tienen un empleo y han creado un círculo social es muy probable que terminen también iniciado su propia actividad empresarial. Los beneficios sociales y económicos de trabajar están impulsado está labor, más que una mejora en la educación o un aumento del dinero que entra en sus hogares.


Por otra parte, los niveles de optimismo y autoconfianza a la hora de empezar un negocio están muy influidos por las normas sociales y culturales de su país de origen. Las mujeres emprendedoras tienen menos miedo al fracaso o a fallar que las que no lo son, aunque sí manifiestan más miedos que los hombres que inician una labor empresarial.


Este año, los 41 países estudiados han sido divididos en tres grupos: países con ingresos medios/bajos, Europa/Asia y Latinoamérica/Caribe. En los tres grupos, existen diferencias de género, tanto en los negocios que están arrancando como en los que ya están asentados. Estas diferencias son más acusadas en los países con más ingresos, donde los hombres tienen el doble de posibilidades de estar dirigiendo un negocio en sus primeras fases. El año pasado sólo las japonesas y las peruanas se mostraron más activas en los hombres en este sentido.


Indice de Supervivencia


La brecha de género se estrecha en América Latina y el Caribe, donde el 24% de los nuevos negocios son emprendidos por mujeres, mientras que éstas regentan el 47% de los negocios ya establecidos.


Ahora bien, las mujeres emprendedoras en los países ricos tienen más probabilidades de sacar a flote su negocio que aquellas que viven en países con menos recursos. Además, en los países ricos, no hay diferencia de género en lo que al índice de “supervivencia” de los negocios se refiere. Es decir, mujeres y hombres fracasan en la misma medida. Por el contrario, las emprendedoras de los países con ingresos medios/bajos tienen muchas menos oportunidades que los hombres de que su negocio se mantenga más de 42 meses.


La actividad empresarial de las mujeres difiere mucho de la de sus colegas hombres, con un significativo porcentaje de ellas regentando negocios orientados al consumidor. Una vez más, Latinoamérica y el Caribe muestran el porcentaje más amplio de este tipo de negocios.


¿Cómo son?


El patrón de edad de mujeres y hombres emprendedores es muy similar, sin que importe la fase en la que se encuentre el negocio ni el país de origen. En los países menos ricos, la edad para establecer un negocio va de los 25 a los 34 años, mientras que las mujeres que ya han conseguido asentarlo tienen entre 35 y 44. Estas edades aumentan en los países ricos: 24-44 y 35-54, respectivamente.


La probabilidad de terminar siendo empresaria es tres o cuatro veces mayor entre las mujeres que ya están trabajando (ya sea a tiempo completo o parcial). Esto indica que el trabajo proporciona el acceso a recursos, a capital o a ideas.


Según el informe, las emprendedoras de los países ricos suelen estar mejor formadas que la de los países con ingresos medios/bajos. Sin embargo, en todos los países, el nivel educativo no es mucho mayor entre las mujeres que ya han asentado su negocio que entre las que están dando sus primeros pasos. De hecho, su nivel de educación es igual en ambos casos


En esta línea, los hombres y las mujeres cuya economía doméstica está más desahogada tienen más probabilidades de lanzarse al proceloso mundo de la empresa. Sin embargo, la actividad emprendedora de las mujeres de Latinoamérica y Caribe es cuatro veces mayor que las mujeres de los países ricos.


En todos los países estudiados, los autores del estudio se han encontrado con que las mujeres emprendedoras son menos optimistas y tiene menos autoconfianza que los hombres. Ahora bien, una vez que se embarcan en la aventura, su confianza va creciendo y tienen más probabilidades de entrar en contacto con otras emprendedoras y explotar nuevas oportunidades que sus colegas hombres.


El miedo al fracaso por parte de las mujeres es también mayor al de los hombres. Las mujeres europeas, asiáticas y las que viven en países con ingresos medios/bajos tienen más miedo (40%) que las de Latinoamérica y el Caribe (34%) o la de países con porcentajes altos de ingresos (27%). El informe sugiere que este miedo puede provenir o estar vinculado al hecho de que las mujeres tengan menos opciones de conseguir un trabajo.




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